“Colmenas, zánganos y vividores”
En este País donde vivimos, algunos mejor que otros bien dicho sea de
paso, mucho sorprende la tremenda desfachatez con la que cambian de opinión
aquellos que dicen gobernar. Y es que lo que suelen decir para justificar un No
o un Sí, dependiendo del lugar o el personal que tengan enfrente muchas veces
chirria. Para justificar su propia contradicción rebuznan: “ahora es lo que
toca”. Son muchos días los que nos topamos con estas situaciones. Uno llega y lee
en los papeles, que los diputados del PP se encuentran satisfechos con el
contenido de la conocida como Ley de Reforma Local. Para que lo entiendan, esa
que pretende acabar con los pueblos. Digámoslo en su lenguaje: las pedanías
pierden la condición de administración. Vamos que las pueblos pequeños pierden su
condición dejándoles sin contenido funcional o competencial, no pueden hacer
cosas pues no tienen competencia para hacerlo. Por ejemplo, no podrán solicitar
subvenciones ya que no tienen capacidad legal para hacerlo. Y todo ello
supuestamente para ahorrar 3.500 millones de euros, según Montoro. ¿Pero
realmente quien los ahorra?. Claro no está, pero de momento a los 652 pueblos
de la provincia de Burgos les costará dinero, entre 300 y 800 €. Ese es el
módico precio que la Diputación ha tasado como coste para llevarles la gestión
económica que necesitan para cumplir con lo que les requiere la Ley y en caso
contrario desaparecerán y pasaran al ayuntamiento principal ¿y su patrimonio
también? Esa es otra de las muchas lagunas pendientes.
Y es que en esta Partidocracia que nos dirige y pretende aborregarnos,
no da lugar a otra cosa. Cuando se ocupan varias sillas con un mismo culo,
posarlo en todas ellas al mismo tiempo se antoja complicado, por muy gordo que éste
sea. Por ello, porque es imposible, aquí nos dicen arre y allí so. Y los del pueblo
llano, a los pies de los caballos. No se puede votar según toca y te mandan,
has de hacerlo por tus representados. Es por ello que me gusta recordar aquello
que dijo Don Quijote: «Mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías
alegrar mis verdaderas tristezas.». Y es cierto. Cuando el otro día le escuche decir a Montoro eso de que
habíamos salido de la recesión, solo se me ocurrió pensar: ¿pero quién?, ¿Cómo
no sea él y Emilio Botín, al que le llega dinero a espuertas?. No me salen las
cuentas y me da la sensación que ese 0,1% que dicen hemos crecido, está muy
lejos de notarse en casa del paisanaje, más bien lo contrario.
¡Que lejos están del vecino!. Que desorden en la organización. Cuando el
otro puede disfrutar de una de las cosas más gratificantes que he podido hacer,
al participar activamente en la cata y proceso de extracción de la miel, me di
cuenta de dos cosas muy a mi pesar: lo humillante y duro que debe ser para una
mujer llevar un burka. Y lo duro y humillante que es que pretendan tratarte
como a una insignificante obrera, al servicio de zánganos y parásitos acoplados
al olor de su miel. Sorprende la capacidad de esta comunidad para reponerse una
y otra vez de sus anuales crisis. Sorprende el cariño y el trato con el que el
mielero cuida de sus abejas y de sus colmenas. Nunca les quita más de aquello
que les puede sobrar y siempre les ayuda cuando andan necesitadas o escasas de
alimento. Eso es un buen gobierno, a pesar de que en su seno también existen
castas y vividores a cuenta del trabajo de toda la comunidad.
Y quiero terminar
mentando aquello que Don Quijote contaba de las bondades de los pueblos y de la
abejas en su aventura con unos cabreros: «…Eran en
aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para
alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y
alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con
su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica
abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las
peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y
discretas abejas, ofreciendo a cualquier mano, sin interés alguno, la fértil
cosecha de su dulcísimo trabajo…No había la fraude, el engaño ni la
malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus
proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del
interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen.».(Cap. XI Libro I) Salud y miel.
Comentarios