Idos a tomar por donde la espalda pierde su noble nombre

Directamente.


Desde hace unos años se viene utilizando el término sostenible como solución para todo. Es como si añadiendo a una expresión cualquiera de sus acepciones la cosa cambiara. La última ha sido lo de la Ley de Economía Sostenible. Como parece que la economía está mal, le añadimos la palabreja, ponemos buena cara, buenas intenciones y listo. En realidad, en este momento, ideas nuevas o geniales no hay, por mucho que estas se llamen sostenibles. Por ejemplo, esta Ley pretende reducir las trabas administrativas para crear empresas, evitar la demora de los ayuntamientos o la supresión de la deducción fiscal para las viviendas. Pero eso no es que sea algo sostenible, sino que es algo de mero sentido común. Pero realmente lo que resulta insostenible que se fomente favorecer la competitividad o la internacionalización de las empresas.

La Declaración de Río de 1992, que sienta las bases hacia un desarrollo sostenible, expresaba que el mismo debía de “Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades.” Es más que evidente que esto no se cumple. Es más que evidente que el desarrollo y el bienestar social están limitados por el nivel tecnológico, los recursos del medio ambiente y la capacidad de este para absorber los efectos de la actividad humana. Se debe plantear por tanto la posibilidad de mejorar la tecnología y la organización social de forma que el medio ambiente pueda recuperarse por si solo. Según esto, para cumplir con estas premisas se ha de tener en cuenta que el desarrollo tiene una dimensión económica, social y medioambiental. El desarrollo sólo será sostenible si se logra el equilibrio entre los distintos factores que influyen en la calidad de vida.



Si toda esta teoría la metemos en un saco, la juntamos con la propuesta del Gobierno y lo trasladamos a Las Merindades, el resultado es desalentador. Bueno para ser más moderno, insostenible. Solo le apetece a uno mandar a los que legislan al lugar que menciona el título. Es que ese Plan Carroña que nos pretenden vender para un desarrollo sostenible, no tiene por donde agarrarse. Todo no se arregla con dinero, intenciones e inversiones en Miranda. Se trata de planificar, con tiempo, con un estudio serio de la realidad en la que nos encontramos y luego actuar. Dividir Las Merindades con una infraestructura tan insostenible como una autopista. Instalar un cementerio nuclear. Montar una macro planta de reciclado en Moneo, cuyo peligro es reconocido por la propia Junta de Castilla y León cuando dice que “el posible impacto ambiental, en caso de producirse seria de magnitud elevada, dado el volumen de los hidrocarburos almacenados”, pero parece ser que no pasa nada ya que según estos ilustrados profetas el peligro “se enmarca en una zona deshumanizada”. ¡Esta si que es gorda!.



Debemos recordarles a estos insostenibles bienpensantes que la generación actual tiene la obligación, frente a las generaciones futuras, de dejar suficientes recursos sociales, medioambientales y económicos para que puedan disfrutar al menos de mismo grado de bienestar que nosotros. Por ello trabajen y fomenten el sector primario, la economía rural y no permitan que sigamos deshumanizándonos. Ahora que se acerca la fiesta de la advocación de San Consumo, patrón aventajado de todo lo insostenible que pueda existir, busquen medidas de persuasión para esos insostenibles ágapes poco recomendables para la salud. Para ese insostenible e irracional despilfarro eléctrico que luego pagamos todos. O para los insostenibles, insensatos e innecesarios gastos que luego nos hará pasar una dura cuesta de enero. Piensen e intenten pasar unas buenas y sostenibles fiestas.

Salud.



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