El nuevo bicho sacacuartos

Iba hace unos días por los llanos y pesados andurriales de la meseta castellana, cuando casi sin querer atisbe la extraña figura de una nueva especie la mar de singular. Destacaba sobre manera lo elaborado de su plumaje, la esbeltez de su talle y la curiosa disposición de sus extremidades inferiores. Tres patas, algo hasta ahora inaudito, sujetaban su tronco de negro brillo y nariz rechoncha. Nada más verlo pude identificarlo como un ejemplar perteneciente a la familia de los sacacuartos carreteriles.




Apostado acechante en el arcen esperaba preparado la llegada del incauto conductor para lanzarse ávido a recoger su premio y a torturar impasible a la desafortunada presa. Como siempre varios pasos atrás agazapado se asentaba su cómplice y compañero de fatigas, con el que le une un cable delator a modo de cordón umbilical que le da vida y sustento.


Cuando llega su presa la ataca con invisible precisión y dependiendo de la circunstancia momentos o días después nos atiza un vergajazo demoledor en forma de notificación de su alteza la DGT. En ella aparecemos retratados sin excusa posible, con todos los datos, desde los propios hasta una explicación enlazada de los artículos del Reglamento de Circulación, si le metieran un campo de comentarios, ya tendríamos montado un blog.


Ya no hay margen que valga, se acabó el 10%, como vayas a 121, amárrate los machos que te van a fustigar la cartera sin delicadeza alguna. Y es que de los más de 31 millones de clientes potenciales, podemos cualquier día resultar agraciados con una vuelta de vacaciones con foto a modo de avatar, y si no el ejemplo: solo en el verano de 2008 casi 600.000 conductores fueron retratados de cara o de culo. Y es que la familia sacacuartos crece exponencialmente con el afán recaudatorio de los gobernantes. En solo año y medio se han multiplicado por 4 el número de estos bichos en todas sus variantes, pasando de 371 a 1182. Contenedores con ruedas, setas de colores, coches que parecen tener la puerta rota, quitamiedos retratistas y lo último y con más clase, los mercedes con radar. Todo vale con tal de hacer honor a su campaña “No podemos conducir por ti, estamos contando el dinero”. A este paso aquí en Las Merindades nos colocaran engendros retrateros en vacas de colores pues aquí no tienen tren al que mirar.



Todo ello se traduce a que cada día es más común ver por las carreteras filas de coches con piloto automático y conductores con cara de resignación, aunque algunos como tienen limitadores de velocidad de última generación son capaces de ganar esa décima de segundo, cuan Fernando Alonso, que le permite pasarte y mirarte con sonrisa burlona, pero eso sí, con el tomtom puesto para no perderse, nunca he entendido que algo con un nombre superlativo de gilipollas nos pueda llevar por buen camino. A todo esto nos dirán hasta zumbarnos los oídos, que no es por recaudar, que es por nuestra seguridad, tururú.


Al final, ya lo dijo el bueno de Alonso Quijano: “De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas de muy mala gana y muy contra vuestra voluntad....” (El Quijote capitulo XXII, cadena de galeotes).

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